De
trueno cuando te equivocas y no he fallado nunca.
Silenciosa
al anhelar que leas la profundidad de mi ser, lo que hay allá muy dentro de mí.
Adolorida
y sin fuerza cuando he fallado haciendo lo indebido.
Cristalina
y fresca al sentir que no eres de otro mundo.
Llagosa
cuando perdonar no es plenitud liberadora.
Hambrienta
al sentir que no me sacias y mi alma está hueca.
Mentolada
cuando veo tu alma agónica y tu espíritu eutanásico.
Seca,
sin tragar saliva al perder mi manual de consejería.
Roja
y azucarada porque sé que me perteneces.

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