A
veces cuando estoy con mi nieto, que tiene nueve meses y medio, me pareciera
estar haciendo el ridículo. Le hablo y pregunto aunque sé que no me entiende,
ni me va a responder. Le hago monerías y me río de cualquier cosa, para que
también lo haga. Delante de otros pudiera estar haciendo el ridículo, pero para
nosotros, es un momento de felicidad, de disfrute, es pasarla bien.
El
poeta y dramaturgo español, Federico García Lorca escribió: "Es mucho mejor sufrir por una mujer
viva y hacer el ridículo por ella, que tener un fantasma sentado año tras año
en el corazón."
Leamos una historia interesante sobre
el segundo rey de Israel:
“Cuando
David regresó a su hogar para bendecir a su propia familia, Mical, la hija de
Saúl, salió a su encuentro y le dijo indignada: — ¡Qué distinguido se veía hoy
el rey de Israel, exhibiéndose descaradamente delante de las sirvientas tal
como lo haría cualquier persona vulgar! David le replicó a Mical: — ¡Estaba
danzando delante del Señor, quien me eligió por encima de tu padre y de su
familia! Él me designó como el líder de Israel, el pueblo del Señor, y de
este modo celebro delante de él. ¡Así es, y estoy dispuesto a quedar en
ridículo e incluso a ser humillado ante mis propios ojos! Pero esas sirvientas
que mencionaste, ¡de seguro seguirán pensando que soy distinguido!” 2 Samuel
6:20-23 (NTV)
El
rey David estaba disfrutando de un
momento de adoración a su Señor. Danzaba y saltaba felizmente porque trasladaba
el arca de Jehová de casa de Obed-edom, hacia Jerusalén. El arca de Dios representaba la
presencia y gloria de Dios. David celebraba porque ya el cofre sagrado no
estaría oculto. Pero Milca, su esposa, no lo veía así. Ella pensaba que no era
digno de un rey, expresar sus emociones de esta manera delante de Dios y el
pueblo. Creía que estaba haciendo el ridículo delante de todo Israel.
Tal
vez, para muchos “Milcas”, Jesús estaba haciendo el ridículo naciendo en un
pesebre siendo el Hijo de Dios o haciendo su entrada triunfal a Jerusalén en un
burro. Igualmente, Noé hizo su parte mientras construía una exagerada arca y
anunciaba una fuerte lluvia. Para ellos, es absurdo cómo David decidió pelear
contra Goliat, sin armas y sin experiencia bélica o cómo los israelitas fueron
a derribar los muros de Jericó, solamente dando vueltas alrededor. También, la
absurda ocurrencia de los tres jóvenes judíos,
que no se arrodillaron ante la gran estatua de oro, a la orden del rey
de Babilonia, bajo sentencia de muerte.
Son
muchas las ocasiones, en las cuales nos encontraremos haciendo cosas para Dios
y que para los demás sería una ridiculez. Como David, no nos sintamos incómodos
al hacer un acto de adoración en público, cargar una Biblia, decir que somos cristianos, que creemos en un
Dios que no vemos y en el regreso de Cristo por su iglesia. Que no sea
embarazoso fijar nuestra posición en contra de la teoría de la evolución, de
las relaciones prematrimoniales, del aborto y del matrimonio igualitario. Que
sintamos libertad para afirmar que el matrimonio es para toda la vida, que se
debe llegar virgen al matrimonio, que el diezmar trae bendición. Que no
sintamos vergüenza al perdonar la ofensa, al poner la otra mejilla, a devolver
bien por mal, a comportarnos como el buen samaritano.
Seguramente,
hay personas distinguidas que nos censurarán y tildarán de excéntricos,
obsoletos, absurdos y pare de contar.
Debemos
asegurarnos de agradar a Dios con nuestras acciones y tener la confianza de
estar haciéndolo bien, sin equivocaciones. Solo así, las voces cargadas de
juicio o críticas serán ignoradas.
No le temas a los “Milcas”, nunca están en lo correcto, disfruta lo que haces para tu Señor y recibe luego su aprobación.

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