miércoles, 12 de febrero de 2020

La oración cambia a las personas


Cuando mis hijos estaban pequeños y tenían problemas con algún maestro en la escuela, nuestra recomendación era orar por él o ella. Al poco tiempo de la oración, se notaba el cambio. El mismo principio lo apliqué cuando cursaba la materia Redacción de Textos, a la profesora le tenían miedo y nadie quería ver la materia con ella. Hubo ciertos roces las primeras semanas. Oré y sucedió lo solicitado. Después, le presenté una poesía que había escrito, le gustó y al final del semestre quedamos como amigos.
El Señor Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” Mateo 5:44.
Las palabras de Cristo son una guía para resolver situaciones incómodas. Muy cercano a nuestro círculo íntimo, hay alguien problemático, tóxico, que nos calumnia, persigue, acusa, humilla o avergüenza. Ese alguien puede ser la pareja, un hijo, un familiar, un vecino o un creyente.
Orad, pide Jesús. Al principio cuesta, pero después se hace casi automático. Ver el cambio, vale la pena.
Cuando oro, veo a la  persona de una manera distinta, la tolero, siento compasión, siento su debilidad. Vivo en paz, con tranquilidad, sin odio, ni deseos de venganza. No me afecta lo que haga o deje de hacer y evito hablar mal de ella.  ¿Así de fácil es esto? Bueno, es un proceso. Primero, presentas tu rabia, decepción y dolor delante de Dios. Luego, empieza la sanidad y comienzas a orar por sus necesidades, carácter, problemas, debilidades, pecados, familia y salud. Se pide que le vaya bien y tenga éxito en todo.
La oración es señal de perdón, cuando ésta comienza, ya se ha perdonado de corazón. Lo más maravilloso de todo esto, es que el cambio y mejoría, se manifiesta es en nosotros.
¿Alguien te hace la vida imposible? ¿No lo soportas? Entonces ora.

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