Acompáñame.
Te
acompaño.
Hablemos
de ti, de mí, de los demás, del clima, de ayer, de mañana…
Hagamos
silencio o pequeñas pausas, es larga la tarde.
Veremos
el café mientras lo revolvemos innecesariamente para bajar la espuma o
comprobar que queda poco.
Mírame
y busca en mi rostro si las cejas están desordenadas o si más canas han
invadido mi cabeza, barba y bigotes.
Te
miraré para encontrar una sonrisa.
Nos
miraremos aceptando que los cincuenta han cambiado nuestra piel.
Nos
miraremos para recordar la juventud ya ida y celebrar las casi tres décadas compartidas.
Tomaré
tu mano o simplemente acariciaré tus dedos uno a uno.
Olvidemos
por un momento los hijos, la rutina, las compras, el trabajo…
Conversemos
de cualquier cosa de la muchacha que acaba de entrar, de la señora con el niño
que va llegando a la esquina, pero no dejemos
de hablar.
Bebamos
rápido o lentamente disfrutando la bebida, la ocasión, el lugar, nuestra compañía…
Riamos
recordando esos momentos felices que siempre nos acompañarán.
Discutamos,
tal vez, sobre algún punto de vista viejo o de la ocasión.
Te diré que te amo… que te quiero.
Vamos, te invito un café.

No hay comentarios:
Publicar un comentario