sábado, 19 de marzo de 2016

Ven, Te invito un café.

Acompáñame.
Te acompaño.
Hablemos de ti, de mí, de los demás, del clima, de ayer, de mañana…
Hagamos silencio o pequeñas pausas, es larga la tarde.
Veremos el café mientras lo revolvemos innecesariamente para bajar la espuma o comprobar que queda poco.
Mírame y busca en mi rostro si las cejas están desordenadas o si más canas han invadido mi cabeza, barba y bigotes.
Te miraré para encontrar una sonrisa.
Nos miraremos aceptando que los cincuenta han cambiado nuestra piel.
Nos miraremos para recordar la juventud ya ida y celebrar las casi tres décadas compartidas.
Tomaré tu mano o simplemente acariciaré tus dedos uno a uno.
Olvidemos por un momento los hijos, la rutina, las compras, el trabajo…
Conversemos de cualquier cosa de la muchacha que acaba de entrar, de la señora con el niño que va llegando a la esquina,  pero no dejemos de hablar.
Bebamos rápido o lentamente disfrutando la bebida, la ocasión, el lugar, nuestra compañía…
Riamos recordando esos  momentos felices que siempre nos acompañarán.
Discutamos, tal vez, sobre algún punto de vista viejo o de la ocasión.
Te diré que te amo… que te quiero.        
Vamos, te invito un café.