martes, 16 de enero de 2024

SOY MAESTRO

Soy maestro, sí un maestro. 

Soy un vencedor de obstáculos, creativo, líder, sabio, innovador, conciliador, paciente, visionario, espiritual y humilde.

Nací con el temple de Luis Beltrán Prieto Figueroa, Andrés Bello, Simón Rodríguez, María Montessori, Paulo Freire y Jean Piaget.

Trabajo incansablemente hasta emular a mi colega Robinson y escuchar o leer de alguno de mis estudiantes: "Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles".

Soy un maestro que se goza en la seguridad de que en todo lugar del mundo hay una maestra o un maestro enseñando, formando, guiando o corrigiendo. En el pueblito más lejano, más remoto, tal vez no encontremos un médico, un ingeniero, un abogado, un policía, una enfermera o un bombero, pero sí estará un maestro que con su poca preparación e inmenso deseo llene el corazón y la mente de sus aprendices.

Afortunadamente, entendí que el trabajo del educador nadie lo puede pagar. Es incalculable y ningún estado o gobierno, está en la capacidad de cancelarlo. ¿Cómo pagar tantos días, meses y años de preparación, de lectura, de planificación, de invertir en materiales educativos? Eso es imposible. Así que, disfruto mis quincenas para cubrir mis gastos, pero sin que me desmotive la poca remuneración y con alegría y entusiasmo cumplo con mi labor educativa.

Soy un maestro consciente de mis errores, quizás innumerables y por eso sigo formándome, preparándome para el futuro, abierto a los cambios y transformaciones, que harán de mí una mejor persona, apuntando siempre seguir los pasos del Maestro de maestros, Jesús.

Soy un maestro que, paradójicamente, cuando enseño mis mejores lecciones, termino aprendiendo de cada pequeño, de sus experiencias,  dudas o inocencia. 

Soy un ídolo, superhéroe, enfermero, médico, abogado, costurero, amigo, abuelo, papá, tío, payaso, psicólogo, terapeuta, pastor, prestamista, mago o entrenador, así me ven cada uno de mis estudiantes.

Creo en un Dios que ama de una manera inigualable. Cada año me aseguro que mis discípulos conozcan  de su amor y lo mucho que valen para él.

He reído muchísimo con mis estudiantes, de sus ocurrencias, locuras y hasta de las metidas de pata. He celebrado cumpleaños, la llegada de un nuevo integrante de la familia o de una mascota nueva. He disfrutado verlos ya grandes, adultos, con una profesión u oficio y algunos con su familia. También, he sufrido al ver cómo les afecta la separación de los padres, el abandono o la indiferencia que reciben de sus representantes. Sus alegrías y tristezas, las he hecho mías también.

Soy un maestro sumamente rico. Me enriquece cuando una niña me muestra su cartuchera nueva, ver un garabato que ya se parece a la letra e, una sonrisa al terminar correctamente un ejercicio de la pizarra, un dibujo de alguien igualito a mí, con las palabras te quiero mucho profe, recordar cómo llegaron a primer grado y verlos salir de sexto, totalmente cambiados, más maduros, contemplarlos vencer el miedo a las exposiciones o a participar en clase y  cuando me dan de su merienda, diciéndome que me lo mandó su mamá. 

Soy un maestro inmensamente feliz y orgulloso de ejercer esta profesión tan linda.

A veces coloco de lado la tiza, borrador, libros y cuadernos, dando pausa a ecuaciones, dictados, copias o multiplicaciones,  para conversar sobre la familia, el miedo, el perdón, la vida, el amor, la muerte o la tristeza.

Soy un maestro todos los días y en cualquier lugar, gracias a Dios, por tan maravilloso don.